La adopción de un “buen” acuerdo
entre los progenitores que se enfrentan a la regulación de la situación
post-ruptura, ciertamente, no siempre resulta una labor fácil. Las diferentes
situaciones que pueden provocar la ruptura familiar y los sentimientos implicados
normalmente tienden a dificultar la adopción de estrategias que favorezcan una
rápida y adecuada resolución.
Ante la inminencia de la ruptura,
la pareja puede entrar en fuertes controversias sobre sus intereses
individuales. No obstante, cuando existen hijos, por fuerza deberemos
considerar siempre que el buen acuerdo será aquel que más tenga en cuenta los intereses
y necesidades de ellos y que facilite la adaptación de todos los miembros de la
familia a la nueva situación.
Sin duda, cada miembro de la
pareja tiene derecho a continuar con su vida de forma independiente. Pero no
podemos olvidar que también los hijos tienen derecho a continuar con sus
relaciones familiares aunque el matrimonio termine.
Pautas a considerar:
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En ningún caso debe
involucrarse a los niños en las discusiones sobre las medidas a adoptar.
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Los progenitores deben intentar mantener los conflictos de pareja al
margen de los datos objetivos que se deben valorar.
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Es preciso recordar que las discusiones repletas de recriminaciones
mutuas difícilmente contribuirán a resolver la situación. Si el diálogo se
transforma en una dura confrontación es preferible interrumpirlo y proseguir en
otro momento.
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Es fundamental tomar en consideración las necesidades e intereses de
los hijos.
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Las cuestiones económicas referidas a la manutención y educación de
los hijos pueden basarse en datos suficientemente objetivos y contrastables. Es
necesario intenta que las emociones no dificulten la capacidad de valoración.
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La estructura que se adopte en cuanto a la custodia de los hijos debe
respetar en lo posible la pauta de relación que ha constituido su forma de vida
habitual y, en cualquier caso garantizar su derecho a relacionarse libremente
con ambos progenitores.