Evitar la aparición de trastornos o dificultades en los hijos a raíz de la ruptura familiar debe ser objetivo prioritario para los progenitores que se encuentran inmersos en el proceso de divorcio. En este sentido, es preciso tener en cuenta el peso que pueden tener algunas actitudes parentales derivadas de la situación emocional de los adultos y que pueden propiciar que se realicen conductas o comentarios que pueden resultar perjudiciales para el/la niño/a.
Exigir a un padre o a una madre
que se abstraiga de los sentimientos que le esta suscitando la separación en
sí, el fracaso de su relación y las implicaciones que ello conlleva de cara al
futuro, puede parecer una labor irrealizable cuando se encuentra absolutamente
ubicado en el centro de una de las situaciones más delicadas de su historia
vital.
A nivel psicológico, el proceso
de separación no finaliza necesariamente en la firma del documento que regulará
la nueva situación familiar. En
ocasiones, algunas personas necesitan mucho tiempo para elaborar las emociones
consecuentes a la ruptura de su familia y adaptarse a una nueva realidad.
Durante el proceso de ruptura los adultos pueden experimentar diversos sentimientos: ambivalencia, indecisión, miedo al futuro, ira, ideas de fracaso, dificultades de autocontrol, ansiedad, tristeza... ello, se proyecta casi inevitablemente en los hijos repercutiendo en su estabilidad emocional.
Algunas actitudes parentales especialmente perjudiciales:
- Ofrecer a los hijos una imagen de absoluto desamparo y derrota.
- Considerar al hijo como “refugio emocional”.
- Abrumar al menor con excesivas responsabilidades.
- Ser sobre-protector y/o excesivamente permisivo con los hijos.
- Requerirle que juzgue actitudes o conductas del otro progenitor.
- Convertirle en “confidente” .
- Transmitirle sentimientos hostiles hacia el otro progenitor.
Es recomendación general que en los casos en los que uno o ambos progenitores tengan dificultades para evitar transmitir estas emociones a los niños, recaben el conveniente soporte profesional que, puntualmente, va a ayudarles a elaborar de forma adecuada su propia situación emocional y puede ofrecerles asesoramiento adecuado para reconducir conductas y actitudes que pueden estar perjudicando a los hijos.
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