En líneas generales, suelen resultar más traumáticas las rupturas que
se derivan de la infidelidad de uno de los miembros porque la persona que se
siente traicionada ha de enfrentarse a
sentimientos y pensamientos muy desestructurantes y asumir cambios profundos en
un periodo de tiempo reducido; a su vez, el otro miembro de la pareja puede
experimentar sentimientos de culpabilidad que le conducen a tratar de compensar
la situación con conductas y actitudes que no siempre resultan beneficiosas.
Es importante
conocer aquellos aspectos que pueden suponer un mayor riesgo de conducir a una
situación traumática, para poder valorar su posible influencia en la situación
particular e intentar, en lo posible, que no tengan una repercusión negativa en las decisiones que se adopten en relación
a los menores.
Algunos factores de riesgo:
-
Las creencias (religiosas,
familiares...) que desaprueban la disolución del matrimonio.
-
Tener un lazo emocional muy intenso con
la ex - pareja.
-
Resultar aislado (a nivel familiar, social...)
como consecuencia de la separación.
-
El deseo de “castigar” al otro cónyuge.
-
El deseo de “compensar” al otro cónyuge.
Si uno o ambos miembros de la pareja se ve afectado/a por alguna de estas circunstancias, sería positivo recomendar que recabase
asesoramiento profesional para poder elaborar convenientemente las emociones
que le afectan y poder centrarse adecuadamente en la construcción de las
medidas más adecuadas para todos los miembros de la familia, especialmente,
respecto a los hijos.
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